Las almendras son mucho más que un tentempié jugoso: son pequeñas joyas nutricionales que brindan proteínas, fibra, grasas saludables, minerales y vitaminas esenciales. Para que no te quedes corto… ni te pases, estas son las claves para disfrutarlas con sentido común.
¿Cuántas al día?
De 10 a 15 piezas si llevas una vida más bien sedentaria.
Hasta 20 almendras si haces ejercicio regularmente o te mueves con frecuencia.
Esta cantidad aporta energía de liberación lenta, ideal para mantenerte activo sin picos de glucosa. Además, tienen el doble de calcio que la leche.
¿Crudas o tostadas? Sí, pero sin sal ni miel
Lo más saludable es consumirlas crudas o ligeramente tostadas, evitando versiones fritas, con sal añadida o glaseadas.
¿Por qué incluirlas?
Ayudan a controlar peso y apetito, gracias a su combinación de fibra, proteína y grasas saludables.
Contribuyen a la salud cardiovascular: regulan el colesterol, la presión arterial y el azúcar en sangre.
Son ricas en vitamina E y antioxidantes, que protegen las células y ayudan al bienestar de piel, cabello y sistema nervioso.
Contienen tripófano, aminoácido precursor de serotonina, que puede elevar el ánimo.
Gracias a su aporte de magnesio, calcio, hierro y zinc, apoyan masa ósea, muscular, inmunidad y metabolismo.
Cuándo moderar su consumo
Aunque para la mayoría son un plus, hay que tener cuidado en algunos casos:
Alergias: si eres alérgico a frutos secos, mejor evitarlas por completo.
Problemas renales o propensión a cálculos: su contenido en oxalatos puede complicar la salud renal.
Digestión sensible: en exceso, su fibra puede causar gases o molestias estomacales.
Interacciones medicamentosas: el manganeso de las almendras podría afectar la eficacia de ciertos fármacos, como los antipsicóticos o para la diabetes.
Consejos para disfrutarlas al máximo
Apunta un puñado diario (10–20, según tu estilo de vida).
Elige opciones sin sal ni azúcares; si puedes, opta por tostarlas en casa.
Mézclalas con yogur, ensaladas, copos de avena o en recetas para diversificar sabores.
Guarda un puñado en tu mochila o bolso: es el snack perfecto entre comidas.
Si sigues un tratamiento o tienes condiciones especiales (como alergias o enfermedades renales), consulta con un especialista médico o dietético.